FLORISANTO
(Canalete)
Flor y Santo son dos palabras que encierran un misterio para mucha gente en los alrededores de Canalete. A la entrada del pueblo se levanta majestuoso, como gran amo y señor, un hermoso árbol de florisanto que por haber sido testigo de tantos hechos y enigmas durante mucho tiempo se ha convertido en sitio legendario.
Su frondoso follaje ha servido como terminal de transporte y punto de referencia para vecinos y extraños. Por el día “ve y escucha” toda clase de cosas; son muchas las personas que a diario por su lado transitan. Por las noches ha sido testigo mudo de muchas entregas de amor entre parejas y ha sabido escuchar las confidencias de muchos borrachitos que a sus pies han dormido.
Después de la época de la violencia de los Cuarentas y Cincuentas que azotó esta zona, se tejieron toda clase de historias acerca de este imponente árbol, tal vez porque él pudo ver muchas atrocidades e injusticias que por estos lares se cometieron.
Uno de los tantos relatos, en los cuales él es un personaje mudo, es el siguiente:
Una cierta tarde de verano, se encontraban bajo sus frondosas ramas, un grupo de jovencitos jugando tapilla. Dentro del grupo se encontraba una engalanada jovencita de trece años, a quien uno de los jóvenes jugadores decidió acercársele y hacerle la “corte”.
Nunca pensó aquel jovencito que aquel hecho fuese a provocar una tremenda ira en la muchacha. La polluela apenas escuchó los galanteos del muchacho se volteo despacito, miró a un lado y vio una rama seca de florisanto, sin dudarlo un momento la cogió y propinó al joven un fuerte ramalazo en la parte baja del ojo izquierdo produciéndole una gran herida. El mancebo, al verse bañado de sangre, quiso responderle de la misma forma a la joven, pero sus compañeros de juego no se lo permitieron y se formó tremenda algarabía que fue aplacada por el inesperado llanto de un niño que provenía de lo más alto del florisanto; todos sorprendidos se olvidaron de la riña y enfocaron sus miradas al lugar donde se escuchaba el llanto, grande fue la sorpresa cuando en vez de ver al niño, vieron fue a un hombre sin cabeza. Aquellos chicos despavoridos corrieron a sus casas y contaron a sus familias lo sucedido, nunca más utilizaron el lugar como campo de juego.
Varias personas, en diferentes ocasiones, aseguran haber visto este raro señor trepado en el florisanto, sólo que cuando esto ocurría todo ánimo se desvanecía y como es usual decir por aquí “ paticas pa’ qué las tengo”.
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